
El arte Kitsch está presente en todas partes, en los “recuerditos” de la playa elaborados con conchitas, en el tablero del microbusero saturado de peluche y la imagen de la “Guadalupana” a un costado, en las baratijas hechas de plástico y bisutería metálica falsa o de fantasía, en escenografías y hasta en gastronomía.
Amalia López, docente de la materia de Historia del arte en la Universidad de Guadalajara define al Kitsch como “todo aquello que parece ser, pero no es”, “un arte anacrónico que fusiona elementos artísticos ya establecidos para darles una formación con recarga sentimental, cursi... un arte sucedáneo”, arte que ella incursiona a un contexto en dónde se cuestiona su valor como arte.
El Kitsch está presente en el ambiente; respiramos, vemos, creamos y “consumimos” Kitsch. Pues hasta las sopas instantáneas sin valor nutrimental están consideradas dentro de lo Kitsch si la sometemos a “todo aquello que parece ser, pero no es”.